Las alergias alimentarias pueden afectar a tu salud digestiva

Si tienes dudas sobre tu salud, o no haces bien la digestión, podrías tener una alergia alimentaria y, por tanto, problemas estomacales.

Esto se debe a que, al igual que con otras alergias, tu sistema digestivo reacciona rápidamente cuando entra en contacto con algo que tu sistema inmunitario percibe como una amenaza, liberando una sustancia llamada histamina. La reacción se desencadena por la producción de histamina y otras sustancias de tu organismo.

Si sospechas que puedes tener una alergia alimentaria, no intentes resolver el problema por tu cuenta ni cambies tu dieta omitiendo cosas que crees que no necesitas. Habla siempre con tu médico antes de hacer cambios importantes.

Las alergias alimentarias causan problemas y síntomas digestivos comunes:

  • Náuseas

  • Vómitos

  • Pérdida de peso

  • Diarrea

  • Dolor de estómago

¿Tienes alguna alergia o intolerancia?

Dado que los síntomas digestivos/gastrointestinales están relacionados con lo que comes, es crucial determinar si tu dolor de estómago se debe a una alergia o a un problema digestivo. La intolerancia a la lactosa y la celiaquía, por ejemplo, pueden confundirse con una alergia alimentaria debido a que sus síntomas son similares.

Otros síntomas no digestivos que pueden acompañar a una alergia alimentaria son:

  • Urticaria, erupciones o picor en la piel

  • Sensación de quemazón u hormigueo en la boca o la garganta

  • Tos leve o sibilancias

  • Angioedema (hinchazón de la cara)

  • Congestión o goteo nasal

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¿Cuáles son las causas de los problemas estomacales?

A continuación te decimos algunas de las causas más comunes de los problemas gastrointestinales:

Una dieta demasiado rica en fibra

Cuando se trata de la salud digestiva, la fibra, un tipo de carbohidrato que se encuentra en las plantas y que no se puede digerir, es esencial. Te hace sentir saciado y te ayuda a digerir ciertos alimentos. Todo el mundo habla de la salud intestinal o de la salud del microbioma, y la fibra es un componente importante. La fibra es una excelente fuente de alimento para los miles de millones de bacterias buenas (su microbiota) que viven felices en su intestino grueso y ofrecen una variedad de beneficios para la salud.

Por debajo de los 50 años, se sugiere una ingesta diaria total de fibra de 25 gramos para las mujeres y 38 gramos para los hombres. Si tiene más de 50 años, debe comer un poco menos (unos 21 gramos para las mujeres y 30 gramos para los hombres). La buena noticia es que la fibra se puede encontrar en una gran variedad de alimentos, como la fruta (aunque la mayoría se encuentra en la piel), los cereales integrales, las legumbres, las alubias y las verduras.

Una dieta baja en fibra puede ayudar a aliviar la hinchazón y los trastornos digestivos, desde el estreñimiento al malestar estomacal e incluso el cáncer de colon.

El estrés

El estrés y la ansiedad repercuten no sólo en la salud mental, sino también en la salud del aparato digestivo, especialmente en las bacterias intestinales. Existe una relación bien establecida entre el sistema gastrointestinal y el cerebro, según estudios médicos recientes. El intestino tiene más neuronas que toda la médula espinal porque ambos están siempre en comunicación bidireccional, transmitiéndose mensajes.

El estrés se ha relacionado con diversos trastornos digestivos, como pérdida de apetito, inflamación, hinchazón, calambres y alteraciones de la microbiota.

No beber suficiente agua

El agua es esencial para un sistema digestivo sano, ya que ayuda a limpiar todo el tracto gastrointestinal. El agua ablanda las heces, lo que ayuda a prevenir el estreñimiento. Y lo que es más importante, se cree que el agua mejora el sistema digestivo ayudando a descomponer las comidas y permitiendo que el tracto gastrointestinal absorba los nutrientes con mayor rapidez y eficacia.

Puedes beber 8 vasos de líquido al día consumiendo café, té o incluso agua con gas. Evita las bebidas azucaradas, como los refrescos.

Consumir muchos productos lácteos

Los productos lácteos son una adición muy reciente a la dieta humana; no se consumían durante los primeros 200.000 años de la historia de la humanidad aproximadamente. La leche y el queso suelen ser ricos en lípidos y proteínas difíciles de digerir y algunas investigaciones médicas sugieren que tienen un efecto proinflamatorio. Por eso, comer muchos productos lácteos puede hacer que te sientas hinchada, con gases, estreñida y con calambres abdominales.

Un estilo de vida inactivo

La falta de actividad física es perjudicial para la salud general y la salud del aparato digestivo. Por ello, los médicos prescriben una combinación de ejercicio, un cambio en la dieta que evite los elementos inductores de la inflamación al tiempo que aumenta la ingesta de nutrientes que la combaten y, la ingesta de suplementos orgánicos naturales a base de cardo mariano, alcachofa, cúrcuma y otros ingredientes naturales que facilitan el metabolismo de los carbohidratos y las grasas y protegen el sistema hepático en general. 

Envejecimiento

Por desgracia, el envejecimiento es inevitable y, con él, aumenta el riesgo de sufrir problemas gastrointestinales. La actividad de la glándula digestiva disminuye con la edad, lo que afecta a la motilidad intestinal, el reflujo y el desarrollo de ciertas enfermedades digestivas. 

Los cánceres del tubo digestivo también son más propensos a aparecer con la edad.

Influencias genéticas

Los genes son otro factor inevitable. Muchos trastornos gastrointestinales inmunitarios y autoinmunitarios tienen un componente genético, lo que significa que se transmiten de generación en generación. 

En determinadas circunstancias, el mero hecho de tener estos genes alterados basta para causar una enfermedad gastrointestinal (pensemos en la fibrosis quística o la pancreatitis hereditaria). Afortunadamente, la mayoría de las veces simplemente predisponen a la enfermedad, lo que implica que hay variables ambientales en juego. 

Esto significa que, aunque tus genes desempeñan un papel en fundamental, no son el cuadro completo. Los cambios en su estilo de vida pueden ayudarle. La colitis ulcerosa, la enfermedad de Crohn, la celiaquía y algunas enfermedades hepáticas son ejemplos de enfermedades genéticas predisponentes.